jueves, 7 de julio de 2022

La institucionalidad democrática latinoamericana en crisis

 

La institucionalidad democrática latinoamericana en crisis.

Autor: Manuel G. Burgos V., Economista del ITESM 83, Especialidad en Gobernabilidad  Gerencia Política y Gestión Pública, Post Grados en Alta Gerencia y Docencia Superior, Máster en Administración de Empresas con especialidad en Mercadeo

 La democracia en nuestro continente atraviesa por una difícil prueba; estimulada por factores endógenos de carácter institucional, ensanchamiento de disparidades distributivas, aumento en la brecha científica y tecnológica, amplia y perniciosa discrecionalidad en la administración pública, reordenamiento global de la economía y más recientemente por la crisis derivada de la pandemia de Covid-19 y los problemas que se desprenden del conflicto entre Rusia y Ucrania.

El deterioro del sistema político democrático no excluye, casi, a ningún país del subcontinente y ese hecho queda demostrado en el informe 2021 que presenta el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Social[1] (IDEA) que nos señala que, de veintitrés naciones latinoamericanas evaluadas, trece presentaron sistemas democráticos con un desempeño medio (Argentina, Barbados, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, Perú, República Dominicana, y Trinidad y Tobago), cuatro naciones presentan un desempeño bajo (El Salvador, Guatemala, Jamaica y Paraguay), dos se reconocen como sistemas híbridos (Haití y Honduras) y dos son identificadas como regímenes autocráticos (Nicaragua y Venezuela), y solo Uruguay es considerada como de desempeño alto. Cuba se mantiene sin avances de carácter democrático y su modelo político se categoriza como autoritario.

Crisis de gobernabilidad, limitaciones a las libertades civiles, casi nula credibilidad en los partidos políticos, desconfianza en las instituciones sobre las que se erige el sistema democrático, fortalecimiento del clientelismo y el populismo, sistemas de justicia parcializados o con intervención de otros poderes de gobierno, son algunos de los síntomas que evidencia el difícil estado de salud de la región y que a pesar de que el informe describe como una situación de estancamiento y apuesta a la capacidad de resiliencia de la población; en lo personal, considero que la situación que experimentamos en la región mantendrá un sostenido deterioro socio-político, extremando la presión sobre una población que viene acumulando una creciente pobreza de más de 201 millones de personas, de los cuales 86 millones se encontrarían en extrema pobreza[2] y que aumentará por la incorporación de las víctimas de las ineficientes políticas económicas asumidas por los gobiernos, de la región, para enfrentar la epidemia de Covid y para neutralizar la acelerada pérdida de poder adquisitivo derivada de la crisis por el conflicto entre Rusia y Ucrania.

El deterioro de nuestras democracias no responde a las crisis de la epidemia de Covid-19 y al conflicto europeo, nuestra crisis es de carácter estructural; su origen, probablemente, se encuentra en modelos “democráticos” que, jamás han respondido, ni al control popular, ni a la igualdad política, como define IDEA[3], en su presentación. Es cierto, que estas crisis han acelerado el proceso de deterioro; sin embargo, una deficiente concepción de la institucionalidad democrática, desde sus inicios, ha llevado a construir una democracia viciada de origen.

La evolución económica de la región ha convivido con paradojas de connotaciones y consecuencias negativas, siendo una de las regiones más ricas en recursos del planeta que, a su vez, ha acumulado una injustificable deuda social, producto de la inequidad distributiva, la desigualdad generalizada y una historia rica en un pésimo manejo de la administración pública. Una región cuya población no ha sabido obtener mejores resultados, no solo de su riqueza material, sino de su invaluable riqueza histórica, cultural y humana; además de hablar el mismo idioma. El impacto, en la economía, de la crisis política acumulada y de otras crisis coyunturales (Covid-19 y conflicto Rusia-Ucrania), de mantenerse las condiciones políticas constantes, seguirá siendo devastador. Precisamente, las distorsiones que hemos venido enunciando, aumentan la sensibilidad de nuestras economías a cualquier situación coyuntural, sea endógena o exógena a nuestra geografía; por lo que, no es de extrañar, que América Latina fue la región, emergente, más castigada del mundo en términos económicos, por razón de la pandemia de Covid-19, por encima de Asia, Oriente Medio y Europa del Este; según lo señalara el Banco Mundial, con una caída promedio del 6.8% de su PIB regional[4] . Su economía en el 2021, no brindó signos muy alentadores para la región logrando alcanzar un incremento marginal de su PIB regional de 5.2%[5]; lo que no cubre la aportación necesaria para regresar a condiciones existentes en el plano económico antes de la pandemia y el estimado proyectado para el 2022, es aún más tímido, estimándose en 2.2%[6], y aún no recibimos el impacto fuerte en el aumento de precios de combustibles, desabastecimiento de insumos relacionados  con el sector agropecuario, y de la crisis en la cadena logística de suministros.

Otra deficiencia estructural, derivada de un modelo político alejado de su propósito fundamental, es la incapacidad de la región para cerrar la brecha en la formación del recurso humano y convertir la educación en un, efectivo, instrumento de movilidad social, de realización colectiva (en función de la autorrealización individual) y de contribución a la potenciación integral de la región y sus habitantes. La fragilidad del sistema educativo público, de la región, ocasionó que las medidas tomadas por causa de la pandemia de Covid-19, de cerrar los colegios por un promedio de más de 10 meses y en algunos por más de un año, ocasionara un daño, difícil de revertir, en el ya, deteriorado sistema educativo. Datos obtenidos del Banco Mundial, en su monitoreo de los estragos causado por este evento mundial, se encontró que, a febrero de 2021, mas de “120 millones de niños en edad escolar habían perdido o corrían el riesgo de perder un año completo presencial del calendario escolar”[7] en América Latina. El informe señala que la variable conocida como, pobreza de aprendizaje y que se define como el porcentaje de niños de 10 años incapaces de leer y comprender un relato simple, pudo haber sido impactado, a tal punto que, de una situación ya caótica que incluía al 51% de los niños de la región; a causa del cierre por pandemia, pudo haber aumentado a un 62.5% lo que aportaría mas de 7.6 millones de niños más, cursando educación primaria, que serían categorizados como “pobres de aprendizaje”.[8] Esta situación podría alcanzar hasta el 77% para aquellos países que extendieron el cierre por más de 10 meses y cómo es lógico la población más afectada sería aquella en situación de pobreza y pobreza extrema, lo que ensancharía por más de un 12% adicional,  la brecha socio-económica relacionada con resultados educativos y ésta perdida en educación, capital humano y por ende en productividad, podría representar hasta 1.7 billones de dólares en caída del ingreso agregado regional a futuro[9]; siendo, casi una garantiza del incremento sustancial de la pobreza, en el largo plazo.

El otro flagelo que azota a América Latina y que, también, se deriva del modelo político democrático que impera en las naciones que la integran es, la corrupción. Para el informe de Transparencia Internacional 2021[10] (donde 0 equivale a muy corrupto y 100 a muy transparente), la mayoría de los países latinoamericanos se encontraban por debajo del promedio regional con una puntación inferior a 50. El índice consolidado de CESLA[11] 2021, refleja con bastante precisión la situación de corrupción de la región latinoamericana al otorgarle una puntación promedio de 68.6 que se traduce en un nivel alto de corrupción y debilidad extrema en política anticorrupción (61-80). Al momento de esta evaluación solo Uruguay (29) y Chile (32) se encontraban en el nivel moderado de corrupción y adecuada política anticorrupción (21-40); Costa Rica (43), Argentina (57) se encontraban el nivel definido como, preocupante de corrupción y política anticorrupción laxa. De los 15 países considerados más corruptos del mundo, 10 pertenecen a Latinoamérica. El Foro Económico Mundial ha estimado que el costo global de la corrupción sobrepasa los 2.6 billones de dólares anuales, o el equivalente entre el 5% y 10% del PIB mundial.

Todo lo que hemos expuesto incide sobre la percepción y por ende la opinión que tienen los ciudadanos de la región con respecto a la democracia. En América Latina, en promedio, el 49% de su población apoya la democracia; mientras que el 51% se considera no demócrata y solo el 25% manifiesta satisfacción hacia la democracia[12]. Dado que este último dato, representa un indicador de desempeño, podemos inferir que el malestar va dirigido a quienes ejercen gobierno; sin embargo, el porcentaje que se define como “no demócrata” es muy alto y este va contra el propio sistema. El 73% del ciudadano latinoamericano, considera que las naciones de la región están gobernadas por grupos poderosos en su propio beneficio, solo 22% consideran que se gobierna para bien de todo el pueblo. El 78% considera que la distribución del ingreso en los países latinoamericanos es injusta; así mismo, el 58% considera que el acceso a la educación es injusto, el 77% considera que el acceso a la justicia es injusto y el 64% cree que el acceso a la salud es injusto.[13]  

En promedio, para la fecha en que se ejecutó el estudio, solo el 40% de los ciudadanos latinoamericanos aprobaba la gestión de sus presidentes. El 46% percibe que tiene libertad para participar en política; mientras que el 46% percibe que tiene libertad de expresión siempre y en todas partes. Por otra parte, la percepción en cuanto a las garantías económicas y sociales resulta relativamente baja entre la población de América Latina, destacando la “protección a la propiedad privada” con 43% de la población, “la igualdad entre hombres y mujeres” con 42%, y la seguridad social con 35%; entre las más bajas percepciones de garantías económicas y sociales tenemos a “la protección contra el crimen” con 28%, “las oportunidades de conseguir trabajo con 27% y “la justa distribución de la riqueza” con 20%. El nivel de confianza en las instituciones de la democracia nos da resultados no alentadores, con percepciones bastante bajas en instituciones como: Partidos Políticos solo el 13%, Congresos con 20%, Poder Judicial con 25% e Institución Electoral con 31%, entre otras.[14]

La democracia no debe construirse sobre un sofisma conceptual que peca, maliciosamente, de otorgar un valor de realidad, a su raíz etimológica; ya que, en la práctica, el poder del pueblo, el control popular, la igualdad política, no ha existido, ni existe, ni ha sido incorporado en ninguno de los modelos de democracia de la región. Ni siquiera hemos sido testigos de una confrontación fundamentada en profundas consideraciones ideológicas que se hayan materializado en exitosas políticas públicas de carácter económico y social; solo hemos observado un accionar pendular entre supuestas izquierdas y derechas, que al final, solo son lo mismo: populismo, clientelismo. Gestiones de gobierno incapaces de dar respuestas, porque han ejercido con ineficiencia y por ende maximizado el despilfarro de los valiosos recursos de la región, con un modelo de gestión pública que no está diseñado para generar valor público y mucho menos rentabilidad social y donde las supuestas libertades económicas han sido solo un eufemismo para encubrir, un rosario de protección a monopolios y oligopolios en la mayoría de las actividades económicas, para favorecer a grupos de poder tradicionales; convirtiendo a nuestra democracia en un dinamo generador de disparidad, desigualdad, insatisfacción y corrupción.

Los datos compartidos, avalan nuestra conclusión; la situación es crítica para la democracia latinoamericana, pareciera que el camino no está en seguir haciendo lo mismo, ni en tratar de reparar lo que no tiene reparo, porque tiene deficiencias estructurales. América Latina está llamada a plantearse un nuevo “pacto social” que reconozca su historia, sus luchas, sus valores; pero que identifique sus fallas, sus debilidades y tenga la voluntad de superarlas. Un pacto social, que incluya, sin excluir, que sume en lugar de dividir, que puntualice en la necesidad de mejorar la calidad de vida de sus habitantes y garantizar sostenibilidad y sustentabilidad de esa calidad de vida a largo plazo. Debemos realizar un proceso integral de transformación de nuestra institucionalidad democrática; en el entendimiento de que la institucionalidad es un importante atributo de la vida pública que se construye desde el convencimiento y el consentimiento de voluntades particulares, desde la armónica articulación de los múltiples intereses que definen la razón de ser de la acción colectiva y conscientes de que esa multiplicidad implica que el nivel de maximización social dependerá de un proceso de negociación transparente, respetuoso, incluyente desde la perspectiva de seres humanos y de la responsabilidad colectiva de asumir un modelo gerencial de la cosa pública con estrictos estándares de eficiencia, eficacia y efectividad; así como la de construir un Estado basado en estricto derecho que se convierta en la columna vertebral de la nueva institucionalidad, sus instituciones, sus políticas públicas, su modelo de desarrollo económico. Recordemos que “la vida política democrática es ordenada por las instituciones. La comunidad política es una configuración de instituciones organizadas que define el marco dentro del cual ocurren la gobernanza y la elaboración de políticas públicas. Una institución es un conjunto relativamente estable de reglas y prácticas alojadas en estructuras de recursos que hacen posible la acción organizativa, financiero – administrativa, y estructuras de significado que explican y justifican el comportamiento, roles identidades y pertinencias, propósitos comunes y creencias ocasionales y normativas”[15].

Nos toca a todos los habitantes de la región deponer intereses individuales e iniciar un proyecto regional que culmine con una nueva nación latinoamericana, basada en un nuevo modelo de democracia que represente para su población un generador de bienestar, una democracia que sea más bien verbo, que sustantivo. De otra forma, seremos testigos de un acelerado deterioro de la situación en cuanto a la institucionalidad democrática y todo lo que esto implica para la gobernabilidad, la gobernanza y principalmente para la paz social.

 

 



[1] El Estado de las Democracia en las Américas 2021; Democracia en tiempo de crisis. Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral – IDEA (Institute for Democracy and Electoral Assistance).

[2] Panorama Social de América Latina 2021. Comisión Económica para América Latina y el Caribe-CEPAL. Naciones Unidas.

[3] Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral – IDEA (Institute for Democracy and Electoral Assistance).

[4] Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

[5] Ibídem.

[6] Ibídem.

[7]Informe: Actuemos ya para Proteger el Capital Humano de Nuestros Niños: Los Costos y la Respuesta ante el Impacto de la Pandemia de COVID-19 en el Sector Educativo de América Latina y el Caribe. Grupo Banco Mundial Editorial. 2021. Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento/Banco Mundial.

[8] Ibídem.

[9] Ibídem.

[10] Índice de Percepción de la Corrupción 2021: América. Transparency International.

[11] Indicador de Corrupción para América Latina 2021. Círculo de Estudios Latinoamericanos. El indicador CESLA sintetiza a través del análisis factorial, la información que sobre el fenómeno de corrupción suministran las

instituciones internacionales: Banco Mundial, Transparencia Internacional, Foro Económico Mundial, Fundación Heritage, Freedom House y Fundación Bertelsmann.

[12] Corporación Latinobarómetro: Informe 2021. Santiago, Chile. Banco Interamericano de Desarrollo. Banco de Datos en línea. www.latinobarometro.org

[13] Ibídem.

[14] Ibídem.

[15] March, James G & Olsen, Johan P. The Logic of Appropriateness: The Oxford Handbook of Political Science. Oxford University Press. New York, 2009

miércoles, 29 de junio de 2022

Regresamos




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